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Mostrando entradas de 2011

Carmesina (II)

(...) Una vegada ben inspeccionat el meu nou aspecte, vaig decidir  camuflar-lo. Un poc de color ací, un poc de color allà. Un arreplegat als cabells. Un bon jaquetó, feia molt de fred. I unes bones ulleres de sol, obscures, que taparen els meus ulls, que em feien mal del resplendor del sol contra les cortines de ma casa. Quan vaig acabar, em vaig dirigir a l’espill que tinc en la entradeta de casa i em vaig observar. La meua sorpresa fou molt gran, quan en mirar l’espill no em vaig reconèixer, estava més marbrenca que abans, les vetes les tenia més marcades, l’embenat pareixia vellut, el meu cabell roig, ara arreplegat, pareixia un niu de falses corals... i el meu aspecte, darrere les ulleres, no era més esperançador. No obstant tot, em vaig decidir a sortir al carrer, enmig d’aquell embolic, interminable, de gent ningú em reconeixeria atapeïda amb el jaquetó de vellut negre, que acariciava amb suavitat els meus muscles, caient suament sobre els pits, excitats, per la frescor que fei

Carmesina (I)

Miquel Blay. Pell de Marbre . 1982. La seua capa negra, no em deixava veure el que estava tramant al davant meu. En aquell moment, la capa, era com un mur infranquejable, on únicament, ella, dominava la partida. Una partida, que des del primer moviment tenia guanyada.             Eren les dues de la vesprada, després d’un dia espantós al museu, em disposava a preparar el dinar. Damunt del marbre, m’esperava un bon tros d’entrecot, que deixava fluir la seua sang fins a formar, sota el tros de carn, una mena de llacuna viscosa i coagulada, que despertava en mi obscurs desigs que des de feia temps sentia.     No era el primer matí que m’alçava derrotada, enmig de taques de sang sobre el meu coixí. No ho entenia, ningú dormia en mi, era una dona totalment independent, que treballava al museu inventariant els béns de la ciutat, i diguem-ho... perquè no, també fent un que altre favor de catalogació a les cúpules eclesiàstiques, que tantes facilitats m’havien donat per a realitzar el sot

Un paseo sin más

Señoritas andando por la Gran Vía (Madrid)                              Andando sin rumbo, me pierdo por las calles del barrio.                Una gran avenida, me da paso a callejuelas encantadoras, con un cierto toque infantil debido a los colores con que sus dueños han pintado las fachadas (verde, rojo, fucsia, amarillo...); coquetas plazas porticadas, donde unos niños intentan subir en patín entre los restos del mercado de la mañana; calles arboladas, que tapizan sus aceras de hojas púrpuras, verdes e incluso amarillas, parece que ya están preparadas para la eclosión primaveral.  Estas vías no están tan pobladas como su hermana mayor, la que me ha invitado a pasar este distrito. Al contrario, las calles rebosan tranquilidad, e incluso cierta familiaridad. Sus gentes me miran, saben que soy forastero, pero su curiosidad pronto deja de ser ofensiva para convertirse en simple indiferencia. La misma que yo tengo hacia ellos, aunque para ser franco, mis ojos no dicen lo mismo, puest

Ánsias de volver

Queridos amigos/as del ciberespacio, me encuentro en un momento delicado STOP falta algo más de un mes para que entregue siete capítulos de la tesis STOP sólo entonces seré un poco más libre STOP aunque otros yugos me apretarán STOP prometo que el día dos de Junio -el día uno tengo que entregar los siete capítulos- a lo sumo el tres, os ofreceré en sacrificio una entrada curiosa STOP no os puedo adelantar nada más STOP también os prometo ponerme al día en vuestros trabajos STOP Sin nada más que decir STOP me despido CAMBIO Y CORTO Os dejo con un re-cut que hará vuestras delicias...

Manuscrito

Ilustración: Bruno Millán Su color café me volvía loco. El tacto, un tanto resbaladizo, de su piel enturbiaba mis pensamientos. Como se desenvolvía entre mis manos era un placer inexplicable… pero, sobretodo, su olor, ese fuerte perfume que dejaba en la estancia, hacía estremecerse hasta el último poro de mi cuerpo, que esperando más y más, se deslizaba, cuidadosamente, hasta lo más fondo de su ser. Me sentía como un voyeur espiando. Primero, sentí vergüenza; más tarde, nervios, miedo… conforme me adentraba en su mundo, le conocía más, y eso me asustaba profundamente. Finalmente, no pude evitar llorar por aquel chico. Siempre recordaré aquella primera lectura consciente, de una vida inconsciente. Plasmada, sin más, en un libro de tapas color café y membranosas hojas centelleantes.

Mujeres y toros: sangre, lágrimas y lunares

                        Bien es sabida por todos la obsesión de la humanidad por asociar a la mujer comportamientos animales, perversas metamorfosis, con grotescos y eróticos resultados, o simples asimilaciones de gestos. Casi siempre fruto de la misoginia dominante en las primeras líneas de la cultura, de la sociedad. Ya, desde la Prehistoria se asociaba la figura de la mujer a divinidades superpoderosas , normalmente asociadas con la naturaleza, a la Madre Tierra, a diosas de la fertilidad; que todo lo dan y todo lo quitan. Así, proliferaron numerosas esculturas de pequeño formato, que hoy día nos hemos empeñado en llamar Venus , pero que distan mucho de la habitual visión que de esta figura mitológica tenemos; se nos presentan con los miembros sexuales enfatizados, descomunales. Rasgo que permanecerá en la representación de la mujer, según mi parecer, hasta nuestros días [sino ¿Para qué están las operaciones de estética, sino para exagerar los ra

Llanuras rojizas

DELVAUX, P. El diálogo Convertido en una flamante gacela de rojo pelaje, rallado con un fuerte carbón negro, me entretengo andando por las llanuras de mi inconsciencia. En medio de aquel paisaje enrojecido por el atardecer, como si el Sol tuviese vergüenza de la Luna, me disponía fuerte y lozana. La penumbra ya asomaba por el este, con destellos de luz de luna y del lucero resplandeciente. Ese momento para mi era un caos, momento en que las quimeras de mi mente empiezan a fluir, situación mágica cuando el día es cubierto por el manto de la noche, desplegando sus alas ennegrecidas de carbón. En ese momento empiezo a perder mi razón. La penumbra del ocaso turba las imágenes, me engaña. Entre el mito y el logos vislumbro los objetos y los sonidos, que se enredan en mi mente como esfinges chillando, me aturden y me encandilan. Me encanta. En mi paseo aturdido por las sabanas de mi inconsciencia, corro entre la vegetación en plena soledad, me