Sombras tenebrosas es el título del último trabajo del bienaventurado
Burton. Un título premonitorio que no hace más que ratificar lo que muchos
piensan:” sombras tenebrosas es lo que se está cerniendo sobre tu trabajo,
chato”.
Y es que en los últimos años este
director parece haber entrado en un bucle autorreferencial: por un lado, adaptando
obras ajenas hacia su universo (Alice in
Wonderland sería un claro ejemplo); mientras por otro, parece haber
iniciado un proceso de “revisitación” de sus trabajos (Frankenweenie el próximo estreno es un claro
ejemplo de esta tendencia) teniendo como resultado trabajos sobrecargados,
dónde los (sus) iconos inundan toda la superficie sin apenas profundizar en
éstos: Horror Vacuii. Así, al igual
que pasa con sus vengativos protagonistas, el cineasta norteamericano vampiriza
sus historias favoritas reafirmando en éstas su propia visión artística que en
ocasiones, como el film que nos
ocupa, no pasa del simple aparato estético, del envoltorio, acomodándose en
artilugios narrativos utilizados una y otra vez por Burton: la autorreferencia
nerviosa de un director que parece quedarse sin ideas.
Desde el prólogo dónde se
nos narra la condena de Barnabas Collins a la vida errante del vampirismo por
parte de una bruja y su posterior resurrección en plena era post-hippie, la
película entra en una espiral de incansable repetición: ¿Otra vez un niño
incomprendido? ¿Una adolescente “problemática”? ¿De nuevo una novia espectral?
¿Bonham-Carter? ¿Johnny Depp?
¿Pero no había venido a ver una comedia “terrorífica”? ¿Humor
negro? Esa fue la pregunta que mi mente me lanzó a los diez minutos de visionado:
personajes que se mueven histriónicos entre los decorados postgóticos de
Burton, que hablan y hablan sin cesar, intentando insertar entre diálogo y
diálogo lo que deberían haber sido gags cómicos (como el momento en que
Barnabas se limpia los dientes)… todo esto no hace más que demostrar como el
director no ha profundizado en los
personajes, dejando a muchos a medio hacer como si tuviese miedo de mostrar ese
“algo más” al que nos tenía acostumbrados, como en “Sleepy Hollow” o “La
melancólica muerte del chico ostra”.
Entre tanta ida y venida, casi en la última media hora
Burton cae en la cuenta de que estaba contando una trágica historia de amor (góticamente
hermosa) y la recupera para precipitarla al vacío narrativo, pues después de
tanto diálogo (algunas veces se hace muy lento) que intenta introducirnos en la
historia, el director nos expulsa de ésta como un lector de dvd escupe un disco
una vez finalizada su reproducción.
No obstante todo, el
film tiene momentos malvadamente maravillosos como el descubrimiento de la “M”
de Mc Donalds por parte del vampiro en su nuevo despertar; el sexo nervioso y
catastrófico entre la bruja y el vampiro; algunas escenas gore que recuperan parte del Burton que nos gusta; la aparición de
Alice Cooper o ya desde el punto de vista estético, el aparataje artístico y
técnico, la fotografía… tan perfectos como siempre dentro del universo de este
director.
De
esta manera, el intento de adaptar Sombras tenebrosas al mundo creativo de
este director podemos decir que se ha convertido en una falla, dónde todo es
estructura y nada relleno, dónde los iconos se repiten una y otra vez sin
aportar nada nuevo… llegando incluso a molestar por ésa falta de esencia. Sin duda, más que de “sombras
tenebrosas” hablamos de brillantes y vacías sombras chinas.
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